domingo, 14 de diciembre de 2008

Editor responsable

Esta necesaria y saludable carta, que recibí hace unos meses de parte del hermano de quien la firma, pone en perspectiva algunas obsesiones que me persiguen desde hace un tiempo. Por una parte, el papel del editor en el proceso de edición de un libro, lo que abre un mar de preguntas, no muchas veces lo suficientemente debatidas al interior de nuestros equipos de trabajo: ¿cuál es la responsabilidad de un editor ante el original de un autor? ¿Es suficiente la autoridad de quien lo escribe como para evitar una revisión crítica de lo que se propone en el libro? En los equipos que llevan adelante libros de tipo educativo o de divulgación, ¿debe el editor haberse especializado en la disciplina que edita? Todavía más, un editor educativo debe adquirir sus rudimentos como editor ¿antes, durante o luego de completar su formación como lingüista, matemático, historiador, geógrafo, biólogo, etcétera? Por otra parte, la poca tradición que nuestro país evidencia en materia teológica, así como la ignorancia soberbia sobre todos sus temas proveniente de muchos científicos o ateos que se ufanan con sorna de serlo (lo cual no tiene nada de grave, salvo por el hecho de tomarse con liviandad cuestiones que involucran conocimientos variados y muy exhaustivos) provocan papelones como el que descubre el doctor Andinach en la carta que ahora comparto con los lectores.




Buenos Aires, 28 de julio de 2008


María Susana Rossi, Luciano Levin, Diego Golomberg

Estimados María, Luciano, Diego:

He leído recientemente su libro Qué es (y qué no es) la evolución y deseo agradecerles tal obra. El lenguaje simple y la vinculación con la ficción han sido plenamente logrados. Rescatar personas como Ameghino y Hudson junto a Darwin, Huxley y Leakey humaniza la ciencia y le quita acartonamiento. Visitar el museo de Parque Centenario tendrá otra mirada luego de leer su libro.
Les escribo para señalar lo que considero una equivocación del libro, que hace a mi especialidad. Soy teólogo especializado en hermenéutica del Antiguo Testamento, doy clases, escribo. Desde un comienzo deseo decirles que para mí la evolución es algo tan evidente como la ley de gravedad o que las ballenas dan de mamar, cosa a veces difícil de creer, pero cierta. No tengo problemas con ella ni con ninguno de sus corolarios sobre el origen del ser humano ni con nuestra vinculación con los simpáticos primates.


Me refiero a dos momentos del libro:

1. En la página 105, cuando, comentando el sistema de Linneo, se alude "al dios de Linneo".

2. Al prólogo de Diego Golombek, que da marco a la obra.

1. El párrafo de pág. 105, que en la ficción presenta Aristóteles, es erróneo en varios conceptos. Quizá fueron mal asesorados o no tuvieron acceso a buena bibliografía sobre estos temas. Por otro lado, es sabido que circula en Internet mucha información de poca seriedad y dudoso sustento técnico en todas las disciplinas. Es probable que lo que dicen provenga de estas fuentes.

En él se afirma:

a. Que “il” significa el pronombre personal él y se lo interpreta como él único.

b. Que hubo un panteón de dioses hebreos.

c. Que los griegos tradujeron los textos hebreos.

d. Que llamaron Zeus al dios de la Biblia , que sería el origen etimológico de "dios".

e. Que la Iglesia Católica fijó en 4.500 años la edad de la Tierra.

Sin embargo...

a. Il (también "el", que ha sobrevivido en nombres teóforos como Rafael, Emanuel, Elías, Daniel, etc.) es el genérico para la divinidad y se traduce "dios". Su origen etimológico
parece -realmente es hipotético- que se vincula con el acádico "ilu", que significa fuerza o todopoderoso, que luego en el árabe antiguo será "ilah" (y de ésta derivará en “alá”).
De ninguna manera es el único, sino el fuerte, el que tiene poder.

b. Por principio se asume que el orden del desarrollo de la religión antigua de Israel es politeísmo, monolatría, y luego monoteísmo. No hay evidencia de la primera etapa en el antiguo Israel, sí de las dos siguientes. Es más, los textos del Antiguo Testamento son más monolátricos que monoteístas. Tampoco que "cada tribu tenía un dios propio", pues las haría monoteístas, cosa no atestada. Se puede imaginar la existencia del primer período politeísta, pero debe ser presentado de esa manera, no como una afirmación probada.

c y d. Nunca los griegos tradujeron las escrituras hebreas. Entre los siglos III-I a. C. fueron los mismos judíos de Alejandría quienes tradujeron al griego sus escrituras y utilizaron para las palabras hebreas El y Elohim (sus genéricos para la divinidad) la palabra griega Theós (el genérico griego que significa dios, no Zeus, que es un nombre propio). Es muy difícil que la actual palabra “dios” derive del nombre Zeus. La mayoría de los lingüistas muestran, en resumen, este camino: “dios” es palabra indoeuropea que en sánscrito es “dyaus” (que significa cielo), en iraní “deva”, en griego "theós" y, finalmente, en latín, “deus” o su forma anterior “dius”. De éste, es probable que por eufonía derivara en “ius” y “jus” que da en el castellano derecho y justicia.
Hay quienes piensan que del sanscrito "dyaus-cielo" deriva nuestro “día”, lo que no es del todo improbable.

e. No soy católico, pero la fecha de 4.500 años de antigüedad del cosmos nunca fue afirmada oficialmente por la Iglesia Católica. Es un cálculo que viene de fuentes rabínicas medievales. Puede haber estado presente como concepto cultural en el occidente cristiano, pero no como una afirmación dogmática.

2. El prólogo de Diego Golomberg. Creo que, al igual que ustedes, no tuvo un buen asesoramiento sobre los temas que no son de su especialidad.

Afirma:

a. Que hubo un tiempo en que la Biblia era el único libro digno de estudiarse en las escuelas.

b. Los bibliófilos decían “que los días eran más largos” en tiempos bíblicos.

c. Comenta el "diseño inteligente".

Sin embargo:

a. En la Edad Media no se estudiaba la Biblia, pues estaba prohibida fuera de los círculos eclesiásticos (y no había escuelas). Al llegar el Renacimiento y la reforma Protestante se incluyó el estudio de la Biblia en los países protestantes, pero junto a la investigación científica. En estos países -donde el desarrollo científico fue explosivo- la escuela (que allí se inventa) enseñaba ciencias; la Iglesia, la Biblia. Los científicos de los siglos XVIII y XIX no se formaron en una visión escolar ingenua, sino en el cruce entre la fe y la ciencia, cruce a veces conflictivo y en otros casos, complementario. La honestidad intelectual de muchos de estos científicos los condujo a avanzar incluso cuando sus conclusiones ponían en tela de juicio su visión del mundo y la historia.
b. Quienes insistían en leer la Biblia en forma literal (no los bibliófilos, que significa "amantes de los libros" en general) buscaron argumentos como el mencionado para compatibilizar los datos bíblicos con la experiencia histórica. Pero nunca llegaron a tener suficiente fuerza social como para frenar el avance de las ciencias, por otra parte llevada a cabo en su inmensa mayoría por personas también creyentes. El mismo Darwin había estudiado teología, y vivió el conflicto interno de que sus conclusiones conducían a cuestionar la historia de la creación. Si bien tuvo conflictos con sectores religiosos fanáticos, su teoría fue aceptada por la mayoría de los teólogos universitarios de su tiempo. En las facultades de teología de Oxford o Cambridge, en la segunda mitad del siglo XIX, se discutía el impacto del evolucionismo en la teología (lo cual fue muy apropiado y saludable para la teología) y no se enseñaba "antievolucionismo".


c. El "diseño inteligente" es el último invento de los fundamentalistas de los EEUU. Se presenta como ciencia, pero no es otra cosa que una lectura en mala teología de la realidad. Mala, no porque no se pueda creer en un ser creador (dios) que esté detrás de la vida -incluso de la evolución-, sino porque se presenta como ciencia positiva cuando no lo es.

La teología no es una ciencia ni debe pretender serlo. El diseño inteligente no tiene casi adeptos entre los científicos ni entre los teólogos de la inmensa mayoría de las universidades de ese país. La forma en que Golomberg presenta su comentario parece reinventar el conflicto entre ciencia y fe, que en nuestro país es inexistente gracias a Sarmiento y los liberales de fin de siglo.

Reciban estas reflexiones como un aporte a su trabajo que tanto aprecio.

Cualquier comentario será más que bienvenido.

Dr. Pablo R. Andiñach
Instituto Universitario ISEDET

1 comentario:

Diego B dijo...

Me parece importan te la contribución de la carta. No leí el texto al que se refiere, de modo que no estoy en condiciones de intervenir en detalle. De todos modos, creo que hay que enfatizar algunas cosas, como por ejemplo lo de la lectura de la Biblia, algo que en la Edad Media resultaba, lejos de lo que suele creerse, más bien alejado y poco probable. De hecho, hace poco releía la biografía de Santo TOmás de Aquino de Jacques Maritain, donde se recuerda que el Aquinate, nada menos, leyó de manera el Evangelio ya mayorcito, ahora no recuerdo sin con los dominicos en Nápoles o durante su estadia primera con Alberto Magno.
ADdio